Por lo menos hay que reconocerles a los directivos de Blockbuster que lo anunciaron gentilmente el pasado agosto, además de decirlo sin rodeos: ‘En Septiembre nos vamos a pique’. Y ya lo creo que si se han ido, de qué manera, es lo que se conoce como tocar fondo tan rápido que por poco rebotas. La compañía se ha acogido al capítulo 11, sección 11 de las leyes estadounidenses declarándose oficialmente en bancarrota y en suspensión de pagos.
Lo peor de todo es que esto se venía venir desde hace mucho, pero que mucho tiempo, durante los últimos años Blockbuster era como un monstruo gigantesco y moribundo dando palos de ciego de aquí para allá sin saber (y sin querer) afrontar el verdadero origen del problema, internet. Para bien o para mal, Internet cambia las reglas de juego y cuando eso ocurre más te vale adaptarte a las nuevas normas o ir a sentarte directamente al banquillo, en lugar de estar dando vueltas y mareando como ha hecho, yo creo que se han declarado en bancarrota por aburrimiento ya.
La historia además se complementa con un nuevo capítulo en el libro de los grandes visionarios de la historia de la tecnología. Blockbuster pudo comprar en el año 2000 a lo que entonces era una pequeña startup llamada Netflix pero claro ¿cómo iba a triunfar un modelo que mediante un módico pago mensual permitía alquilar todas las películas que quisieses frente a otro que obligaba a pagar una vez por cada película? La respuesta a la pregunta la tenemos hoy echando un vistazo a las acciones de Netflix, que con la ampliación del servicio está más vivo que nunca y las acciones a $160 dólares.
De haberse producido la compra, la transacción hubiese sido de 50 millones de dólares, hoy en día Netflix está valorado en bolsa en $8500 millones de dólares. Esto ocurrió hace 10 años, pero lo curioso es que hoy en día todavía hay señores que dicen ‘¿Cómo va a triunfar un servicio gratuito como Spotify y que te permite escuchar toda la música que tú quieras frente a otro en el que cobramos un pastizal por un trozo de plástico circular?’ Pues eso mismo, tiempo al tiempo.
viernes, 24 de septiembre de 2010
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